miércoles, 12 de enero de 2011

Un clavel blanco

Siempre será difícil tan siquiera imaginar lo que sucederá al paso del tiempo con la gente que conoces...

Morena como el fuego, de ojos altivos y distraída con no sé que pensamientos sin importancia de los que tiene cualquier muchacha a los 16 años: caminé con ella un momento.

Gastamos esos minutos juntos con alguna plática acerca de las flores... algo de si el color tenía algún significado.

Yo estaba en la parte baja de los 17, a punto del tercer out. Con toda la sabiduría que pude juntar a esa edad: jamás me habría podido imaginar que una mujer le regalara flores a un hombre. Aún y tuvieran el significado que fuera.

Por esos mismos días, conocí a la que, con un poco de paciencia: se convertiría en mi mujer. Alguna vez volvimos a platicar ella y yo (la morena) aunque con menos trascendencia que la primera vez. El destino, el de la voz fuerte; había decidido: ella y yo no tendríamos camino común.

Fueron muchos los años que se juntaron para volver a saber de ella, comenzaron siendo rumores. Hubo una vez que estuvimos sentados a menos de 3 metros uno del otro. Vi pasar a una de sus hijas (no sé cuantas tiene). Quise indagar algo de su vida con lo que me pudiera decir la vista de reojo. Sea lo que sea; se ve alegre. Me dio gusto. Parece que no le importa lo que la gente habla de ella. Quizás ya se acostumbró. Las prostitutas de pueblo tienen que hacerse a eso. Ahí no es posible una doble vida.

No puedo decir que tiene un lugar en mi corazón. Faltó mucho tiempo para algo así.

Nunca respiré su aliento, ni sentimos la desesperación de que terminara el día para volver a encontrarnos. Nunca supe su cancion favorita ni si le gustaba el cine o el atardecer. Ni su sabor favorito, ni descubrirla algún día que me estuviera haciendo una broma.

Somos algo cercano a un par de desconocidos.

Aún así: en mi pensamiento tengo un lugar al que llamo "Y si hubiera..." Y ahí hizo su lugar una de las prostitutas del pueblo, la que tiene hijos de no se cuantos padres, la que sabe que mientras ríe con algunas vecinas, habrá otras que no le dirigirán ni la mirada. O la muchacha morena como el fuego, la de ojos altivos, que una vez cuando tuvo 16 años; quería regalarme una flor.